Aunque no constituyen un problema de salud en la gran mayoría de las ocasiones, sí pueden
causar problemas estéticos severos, por eso, muchos pacientes acuden a consulta para evaluar
las opciones que tienen para eliminar los incómodos queloides.

Se trata de cicatrices que se forman debido al crecimiento excesivo del tejido después de
superar lesiones de la piel, como quemaduras, rasguños, picaduras de insectos, cesáreas,
piercings o sitios de vacunas.

¿Cómo se producen?
En el proceso de curación de una herida de la piel, uno de los mecanismos que utiliza el cuerpo
es la formación de colágeno por células (fibroblastos) que están en la dermis. Un queloide se
produce cuando esos fibroblastos reaccionan de forma anómala y crean sin control mucho más
colágeno del necesario.

Cuando las cicatrices ya maduras siguen siendo antiestéticas puede valorarse la cirugía sobre
las mismas; usualmente lo planeamos cuando el manejo médico (infiltración de sustancias
corticoides y presión) no da los resultados deseados.

Elegir el momento es muy importante. La cicatriz luego de 12 a 18 meses debería ser normal o
cercana a ella, por lo que si ha pasado este tiempo, y no ha mejorado o se ve que cada vez
empeora, es el momento de actuar.

Debemos evaluar cuál es el método quirúrgico más adecuado: la resección de la misma con
despegamiento de la profundidad, el relleno con injertos de grasa o los colgajos locales son
algunas de las técnicas que se pueden utilizar.

Para las cicatrices más grandes suele ser necesario planificar una escisión secuencial o bien la
cirugía en dos tiempos usando en el primero un expansor de la piel. El uso de radioterapia
luego de la cirugía muchas veces es necesaria cuando los queloides han sido muy grandes o
refractarios/recurrentes a manejos previos.